19 octubre 2012

Eslovaquia, pasión por el senderismo


Decidimos viajar a Eslovaquia, Ryanair al margen, por sus muchas alternativas de turismo de naturaleza. Un 40 por ciento de su territorio es ‘zona verde’ y cuenta con numerosos parques nacionales en sus escasos 48.000 m2 de superficie

Las rutas de los 'Altos Tatras' son las que están más saturadas de senderistas.
Con las guías de viaje, los foros (Los viajeros) y la información que recopilamos por Internet (fantástico grupo en Facebook) teníamos una vaga idea de lo que nos esperaba. Sin embargo, lo que desconocíamos es la devoción por las caminatas de la buena gente eslovaca. Tal era la avalancha de montañeros que pensamos que lo suyo sería que incluyesen un piolet en la bandera. En serio, ¡¡¡alucinante!!!! 


Skalnaté Pleso, a 1.751 m de altitud, es un centro turístico con una actividad frenética.
 
Hicimos varias rutas y todas estaban atestadas de un personal ataviado como si fuese a escalar el Everest, no les faltaba un detalle en el ‘kit senderista’. Como si fuera el primer día de rebajas, los caminos de los Altos Tatras estaban (a)colapsados –¡¡¡Lopera, el sevillismo no te olvida!!!- por un gentío variopinto que conformaba una peculiar romería senderista. Sin embargo, y pese a la muchedumbre, había un silencio tan saludable como sorprendente. 

Desde Skalnaté pleso bajamos en teleférico hasta Tatranská Lomnica.

Aunque todavía más sorprendente nos pareció la ‘muy democrática’ horquilla de edad de nuestros compañeros de ruta, que abarcaba desde menores de 6 años a mayores de 60. El senderista eslovaco empieza a edad temprana y se resiste a jubilarse. Conclusión: En Eslovaquia ha calado el ‘Merkel way life’.

Esta heterogeneidad senderista no se limitaba sólo a la edad. Daba igual que tuvieran una forma física envidiable o estuvieran pasados de kilos, … lo suyo era ‘echarse al monte’. Y lo más sangrante para nosotros es que imberbes y canosos se manejaban con idéntica facilidad. Inevitablemente tuvimos que replantear la forma de contar nuestras batallitas por las montañas eslovacas. Para nosotros se trataba de una pequeña hazaña personal, ya que habíamos subido picos de 2.000 metros y trepamos por escaleras fijadas a la roca, con cataratas a nuestros pies (en el Paraíso Eslovaco). Sin embargo, a nuestro pesar, asumimos que se trataba de una nadería que la hacían hasta niños en edad de comunión.

El 'Paraíso Eslovaco' es una alternativa para quienes busquen parajes menos transitados.
Puestos a improvisar explicaciones de urgencia a esta relación con la naturaleza, el hecho de que a los críos le regalasen una ¡¡¡motosierra!!! de juguete (como comprobamos con nuestros propios ojitos) ayuda a poner el asunto en contexto. También sorprende desde la perspectiva de paternidad ‘sobreprotectora’ ibérica el recorrido ‘multiaventura’, mini-tirolina incluida, que había montado para los más pequeños en las proximidades de Štrbské Pleso. ¡¡¡Una pasada!!! … por interesante y … por arriesgado. De cualquier forma y con independencia (perdón sr. Werth) de la causa, el vínculo de los eslovacos con la naturaleza es fuerte y, para nosotros, llamativo.

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